HUERTOS COLECTIVOS

El chaval antes tenía una melena monísima, que adornaba con una gorrita tipo yanki, por supuesto colocada de cualquier modo menos con la bisera hacia adelante. Luego una cresta y ahora algo indefinible, aderezado con camisetas negras de grupos musicales y, eso sí, el pantalón atado en su sitio, sin que se le vea la hucha, lo que es de agradecer. Una parte de la población, a la que no voy a calificar, diría que tiene pintas de perroflauta. A mi me parece que es un adolescente casi adulto que como todos, está definiendo su personalidad y está inmerso en la búsqueda de modelos que todos necesitamos. Lo cierto es que es un chaval bien majo, que no da especiales problemas en casa, y que a sus diez y ocho añazos me saluda con un beso cuando lo veo de vacaciones en vacaciones. 
- Tío, quiero ir a tu cabaña a ver la huerta.
A cuadros...
Hay dos posibilidades. O este chaval va a cursos de habilidades para directivos, y quiere empatizar conmigo, cosa que en mi trabajo me pasa de vez en cuando y que huelo cada vez desde mas lejos, o bien hay algún factor que desconozco. 
Pues resulta que alguien en su barrio madrileño pegó una patada a una verja y ocupó un terreno de no sé quien, donde comenzó a cultivar algo, y ahora el chaval y su célula de amigos anarquistas participan en la gestión de un huerto colectivo. Con dos cojones.
De este hecho mas o menos normal (algo menos para los santanderinos, y algo mas para los madrileños), me quedan en la cabeza dos reflexiones. La primera, que queda fuera del ámbito de este blog, la escribo sin mas: maldigo a aquellos que acuñan frases del tipo "es que los jóvenes de ahora.....". Los jóvenes de ahora, como los de antes, los hay tontos y listos, altos y bajos. Los que no valen para tacos de escopeta, y los que aún no votan y ya están intentando cambiar el mundo. Los brillantes destinados a vivir en el lado grueso del embudo, dispuestos desde pequeños a estrujar al lado delgado, y los que quieren quemar el embudo. Los que van a engrosar una masa borreguil, y los imprescindibles. Y aquí lo dejo.
La segunda idea, es que las huertas en general son un elemento bastante apropiado para la comunicación, educación, trabajo social, para las relaciones humanas y familiares. Hemos visto grandes ejemplos de huertos callejeros en Detroit, o de asociaciones de cultivadores en azoteas de Nueva York, pero también vemos modestos huertos urbanos en ciudades próximas, huertos intergeneracionales, huertos en colegios, huertos de jubilados en las ramblas de Barcelona y de vez en cuando, una tomatera en una ventana.
Quizás sea porque la huerta no requiere decisiones urgentes, y siempre se puede meditar y discutir, ya que tampoco tiene verdades absolutas ni reglas universales. Es un lugar donde sentimos en primera persona los efectos de la planificación previa, y donde cada primavera tenemos la oportunidad de corregir nuestros errores, o de asumir nuevos retos o riesgos. Donde cada año empezamos de nuevo, de cero, a solas con nuestro know how.
Ya os conté en este blog (Nuestra explotación\génesis) lo que puede ser una huerta para una familia. Si consigues comerte un tomate madurado al sol, te enamorarás, y si tus hijos llegan a coger una fresa de una mata que hayáis cultivado juntos y comerla en el momento, habrás dado un paso gigante.
Y no es necesario un super terreno, pues no hablo de huertos que busquen una determinada producción o rentabilidad económica. Hablo de otra cosa. Hablo de compartir un proyecto con tu entorno y disfrutarlo. Un balcón, un alféizar, una azotea, un patio trasero, el microjardin de un chalet "endosado". Hay alternativas y posibilidades para toda circunstancia. Sofisticadas, económicas, tecnológicamente complejas, con y sin tierra, simples, fáciles y otras en lugares imposibles. Sólo tienes que buscar, preguntar, hablar, equivocarte y corregir. Sólo tienes que empezar. Planta un tomate hoy : Incluso el viaje mas largo, comienza con el primer paso.
Si pones una huerta, serás mas feliz.

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