PIEDRAS

Fui a ver mi actual cabaña por primera vez con su anterior dueña, una señora ya mayor, sacando la lengua detrás suyo para poder coger aire, mientras subíamos andando por eso que ellos llamaban pista.
Una de las cosas que mas me llamó la atención, a parte de mi lamentable estado de forma, fue aquel montón de piedras que se podía ver en un lateral de la cabaña, formando algo parecido a una grada. Vistazo arriba, vistazo abajo, y no fui capaz de saber qué era. Quizás para formar una zona plana donde poner una huertecita?. Lo cierto es que ahora es el único sitio lo suficientemente plano como para poner una mesa en la calle.
- Dígame, Trini. ¿Para qué son esas piedras así colocadas?
- Es que estos prados son hechos.
¿ Lo quéeee ? No supe qué me estaba diciendo, y lo cierto es que, a pesar de que un rato mas tarde volví a preguntar, no pude sacar mas que aquello de que estos prados son hechos. Ni idea. Y así me quedé.
Luego cerré el trato, y empezamos con nuestras andanzas en la Vega de Pas. Poco a poco, de fin de semana en fin de semana. Y al tiempo, mira tú por donde, descubrimos que había otro montón junto a la carretera : El misterio de las piedras estaba servido.



Y siguieron las labores, y empezamos con la huerta. Selecciono un trocito de prado, quito el tapín de hierba, meto la pala para labrar mi primer bancal, y ahí mismo estaba la respuesta. Carretilla a carretilla, descubro la cantidad de piedra que hay aquí. Tanta que los bancales los tuve que labrar con un pico. Y con la carretilla llena, ¿Qué hago con todas estas piedras? Pues colocarlas en un montón ordenado cerca del prado, donde no molesten.

Estos prados son hechos. Limpiando lo que antes eran bardales y escajos, palmo a palmo, quitando rastrojos, segando, cuidándolo, y apartando todas y cada una de las piedras y mas piedras necesarias para obtener la superficie que ahora vemos. Sudando cada metro cuadrado de prado que hoy pueden segar y pacer las vacas.
La próxima vez que en un domingo perdido estés dando un paseo para bajar la comida, camina un rato carretera abajo. Luego coge una piedra del tamaño de un melón, vuelve con ella hasta donde aparcaste, y pregúntate cuánto has pagado por tu último litro de leche.  

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