A CONTRARELOJ

Ya está aquí de nuevo.
Ha llegado, y todo el mundo está listo para acometer su tarea.
Tras las pertinentes lluvias de primavera, el calor aprieta, y los prados están dando su fruto. Vuelve como todos los años, una de las tareas mas importantes para los ganaderos : "la yerba".
En la costa, los prados se siegan varias veces al año, pero aquí solo una o en el mejor de los casos dos, allá por mayo-junio y otra antes de que la hierba se agoste. Esta es una de las tarea mas importantes del año, ya que de ella depende el alimento de las vacas durante el invierno. Toda la familia se afana en el trabajo.
En estos días, se ven a los chavales que acabaron el cole, a los que están en la universidad, e incluso a los que no quieren saber nada del pueblo. Los que están el resto del año metidos en casa, a los abuelos, y a los primos lejanos. Todos se aplican, trabajando de sol a sol.
Pocas fincas permiten mecanizar la tarea, por lo que se suele segar a mano, y esto requiere mucha mano de obra. Luego hay que esperar a que se seque, y voltear la hierba, para que seque por el otro lado. Después, atropar y guardar el heno en el payo de la cabaña. Y hay que hacerlo rápido, porque si llueve se puede echar a perder. Es fundamental aprovechar los días de calor. La actividad es intensa. Mucho.
El heno es la hierba seca, que se guarda en los pajares, en montones en el exterior (los que vemos en torno a un palo largo clavado en el suelo), o se hacen pacas, y es la base de la alimentación en invierno. La paja es el tallo del cereal ( trigo, cebada, etc) cosa poco habitual en Cantabria, por lo que casi toda se compra en Castilla. Es un alimento bastante pobre, y se usa a veces para las camas de los animales. La hierba en verde también puede ensilarse, en el típico silo de bloques, o en bolas forradas de plástico. De esta manera sufre una especie de fermentación anaerobia que la conserva, y le da ese olor característico que todos reconocemos.
Hay una competición no declarada entre las familias, que se juegan la reputación y el prestigio de ser los primeros en acabar la hierba. Creo que hay algo morboso en ello.
Junio en la Universidad. Me veo consultando el calendario de exámenes, deseando que el último caiga por San Juan o antes. De esta forma hay una posibilidad. Si es así, siempre hay una disculpa para volver a la escuela al día siguiente, y pasear tranquilo por los alrededores de la biblioteca, sentarse en la escalinata de la entrada o tomar café sin prisa. Recuerdo que un año incluso leí un Marca. Todo mientras yo ya había hecho mi último examen, y aquellos pobres compañeros seguían estudiando. 
Y hoy, cuando es fiesta en Vizcaya y yo no trabajo, dejo a las niñas en el cole y paseo tranquilo por la Alameda, despacio. Miro a la gente, y me doy cuenta que llevo una sonrisilla tonta, como diciendo "estoy de fiesta", por si no se ha notado "yo hoy no trabajo".
Ellos siguen ahí, rastrillo en mano, trabajando sin cesar, horas y horas. Y cuando paso por la carretera, veo a alguno sentado en el prado, o a la puerta de casa sin hacer nada. Este ya termino la hierba. Y se preocupa de que todo el mundo, mientras suda atropando sus últimos montones, vea que él ya ha terminado, y quizás sean los dos únicos días al año que no hace nada, pero nada. Y que se note.
Creo que hay algo morboso en ello.

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